lunes, 12 de septiembre de 2016

Encrucijada del adolecente occidental

Los antropólogos ven a la adolescencia de manera algo diferente. Por lo general rechazan las teorías de edades y etapas del desarrollo que afirman que los niños pasan por varias etapas del desarrollo en edades-diferentes. En lugar de ello hacen hincapié en la continuidad del desarrollo. Por ejemplo, Margaret Mead afirmaba que los niños samoanos siguen un patrón relativamente continuo de crecimiento en el cual hay poco cambio de una edad a la siguiente. No se espera que los niños se comporten de una manera y los adultos de otra. Los samoanos no presentan cambios abruptos en sus maneras de actuar o de pensar a medida que avanzan de la niñez a la vida adulta, por lo que la adolescencia como una transición de un patrón de conducta a otro es prácticamente inexistente. Este principio de continuidad del desarrollo puede ser ilustrado por tres ejemplos de Mead (1950).
Primero, el rol sumiso de los niños en la cultura occidental contrasta con el rol dominante de los niños en la sociedad primitiva. A los niños de la cultura occidental se les enseña a ser sumisos, pero se espera que cuando adultos sean dominantes. Mead (1950) mostró que en la cultura samoana no se espera que el niño se vuelva dominante al llegar a la vida adulta después de habérsele enseñado sumisión cuando niño. Por el contrario, la chica samoana domina a sus hermanos menores y a la vez es dominada por los hermanos mayores. Entre mayor se hace, más dominante se vuelve y son menos las chicas que la dominan (los padres nunca intentan dominarla). Cuando se vuelve adulta no experimenta el conflicto de dominancia y sumisión que se encuentra entre los adolescentes en la sociedad occidental.
Segundo, en la cultura occidental los niños deben cumplir roles exentos de responsabilidad, lo que contrasta con la responsabilidad inherente a los roles que deben cumplir en las sociedades primitivas. En la cultura occidental los niños deben asumir roles drásticamente diferentes a medida que crecen; pasan del juego no responsable al trabajo responsable y deben hacerlo de manera más bien repentina. En contraste, los niños de las sociedades primitivas aprenden desde muy temprano a ser responsables. El trabajo y el juego a menudo son la misma actividad; al jugar con arco y flecha un niño aprende a cazar; su "juego" infantil de cace-ría es un preludio del "trabajo" adulto de cacería.
Tercero, la diferencia de los roles sexuales de los niños y adultos de la cultura occidental contrasta con la similitud de los roles sexuales de niños y adultos de las culturas primitivas. En la cultura occidental se niega la sexualidad infantil y la sexualidad adolescente es reprimida. Cuando los adolescentes llegan a la madurez sexual, deben desaprender sus anteriores actitudes y tabúes para convertirse en adultos sexualmente responsivos. Mead indica que la chica samoana no experimenta discontinuidad real de los roles sexuales conforme pasa de la niñez a la vida adulta. Ella tiene la oportunidad de experimentar y familiarizarse con el sexo casi sin tabúes (a excepción, nuevamente, del incesto). Por ende, para el momento en que se alcanza la madurez es capaz de asumir con facilidad un rol sexual en el matrimonio.
INFLUENCIAS CULTURALES
Los antropólogos dicen que la tormenta y el estrés durante la adolescencia no son inevitables. Por ejemplo, que la menstruación sea o no una experiencia perturbadora depende de la interpretación que se haga de ella. Una tribu puede enseñar que la chica al menstruar puede secar el manantial o asustar a la presa; otra tribu puede considerar su condición como una bendición (un sacerdote podría obtener una bendición al tocarla o ella podría aumentar las reservas de comida). Una chica a la que se enseña que la menstruación es un maleficio reaccionará y actuará diferente de una muchacha a la que se enseña que es una cosa positiva. Por ende, las tensiones y los estresores de los cambios físicos de la pubescencia pueden ser causados por enseñanzas negativas de la cultura y no por alguna tendencia biológica heredada.
LA BRECHA GENERACIONAL
Aunque los antropólogos niegan lo inevitable de las brechas generacionales (Mead, 1974), describen las muchas condiciones de la cultura occidental que crean dicho, abismo. Esas condiciones incluyen sistemas de valores pluralistas, un cambio social rápido (Diman y Bergson, 1992)
Mead (1950) siente que el conflicto y la tensión entre el adolescente y sus padres puede ser minimizada dando al adolescente más libertad para hacer sus propias elecciones y vivir su propia vida, exigiendo menos conformidad y menor de-pendencia y tolerando las diferencias individuales dentro de la familia. Además, Mead cree que los jóvenes pueden ser aceptados en la sociedad adulta a una menor edad, que se les debería permitir tener sexo y casarse pero que deberían posponer la paternidad. Esas medidas permitirían una transición más suave y sencilla a la vida adulta al eliminar las discontinuidades en el desarrollo.

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